Relatos eróticos

05 El sótano en la playa.

Sinopsis: Pamela y Ana deciden toma un viaje a una playa lejana, sin saber que están a punto de conocer un nuevo mundo de placer.

 

Pamela y Ana eran amantes, tomándose de la mano era cómo lograban escapar de la realidad, de la rutina que por alguna extraña razón todo mundo tenemos que asumir, pero que, al crecer, dejas de luchar por vencer, sino simplemente encontrar espacios para ti entre las horas del reloj. Pamela era fuego, Ana era agua. Pamela era extrovertida, contaba chistes, reía a carcajadas, le gustaban los deportes extremos, mientras Ana era reservada, le gustaba escribir, leer, bailar y caminar para coleccionar atardeceres. 


El verano había llegado, ambas habían pedido una semana de vacaciones para poder despejarse; aunque ninguna tenía adicción hacia el trabajo, el trabajo hacia ellas, sí; ambas exitosas, inteligentes, carismáticas a su modo. Cerrar la computadora era un reto que tenían que cumplir para reconectar con esa parte que habían perdido en los últimos meses: el erotismo. Además ambas cumplían 27 años con un mes de diferencia, ¿mejor excusa? Ninguna. La playa, el amor de tu vida, nada de estrés, amanecer con arena en los pies, comer delicioso. Si el cielo tiene un hermano gemelo, esa es la playa, en donde las montañas del fondo se encuentran con cometas, y las olas bailan hasta hacerle cosquillas a las nubes. 


Llegaron al hotel, un joven les ofreció un cocktail de bienvenida, después abrieron la puerta de su habitación con la sorpresa de que la vista era impresionante… Era la postal ideal como para que sus pieles rozaran, deshicieran la cama, y recargaran energía tomando de la botella de cortesía que estaba sobre la mesa. Dos años y medio después, el sexo se sentía entre ellas como el primer día, incluso mejor, había química, sí, pero ambas sabían bailar al compás de la otra creando así el vals perfecto. Después de un par de días de despertar para ver el amanecer con café en mano, ir a los restaurantes del hotel, beber en el bar, conocer a un par de personas que iban de paseo en pareja, y atardeceres rojizos, llegó Connie, quien cambiaría la vida de Pamela y Ana para siempre. 


Connie las había conocido en uno de los bares del hotel, también les presentó a su grupo de amistades, la pasaron increíble bailando, cantando, terminaron cenando tacos, platicando sobre sus vidas, existió una buena conexión, por lo que quedaron de verse al día siguiente para salir, ella les dijo que sabía de una fiesta que habría en la mansión de la pareja de una de sus amigas. Sonaba a algo emocionante, ¿cuántas veces puedes decir que te han invitado a una mansión con acceso a alcohol, comida y música gratis? Era un regalo del universo. Pamela y Ana se alistaron para ir a la fiesta, estaban emocionadas, ambas presentían que sería una gran noche, o al menos Pamela quería convencer a Ana de esto para que así saliera del molde introvertido. 


Una camioneta pasó por ellas. - ¿Ya han ido a alguna de las fiestas de Abril?-, preguntó una de las invitadas, - No conocemos a Abril -, respondió Pamela. La otra pareja soltó unas risitas y se lanzaron una mirada misteriosa, - ya verán que la pasarán increíble -, apuntó una de ellas. Abril era la novia de la dueña de aquella mansión, la cual, al momento de abrirse paso entre la maleza de la playa, cautivó por completo las miradas de Pamela y Ana. Era un lugar hermoso, el mejor que hubieran visto jamás. Tenía ventanales por todos lados, espacios abiertos para poder estar entre la naturaleza y la casa. Todo iba completamente normal… Música fuerte, alcohol, canapés, fogata, aunque el público era reducido, eran como máximo, unas 40 personas, lo cual les llamó la atención. De repente la música bajó de volumen lentamente, y dos mujeres bajaron de las escaleras, Eran Abril y su pareja. Se detuvieron, Abril tomó un micrófono: - Gracias por estar aquí, es hora de la diversión -, dijo. Comentó otro par de cosas que no se entendieron bien porque el micrófono comenzó a fallar, pero después de eso todo mundo se encaminó a una puerta al fondo de la cocina, esa puerta conducía a unas escaleras. Pamela y Ana se miraron sin entender lo qué sucedía, les pasó por la mente que quizá se trataba de una sala de juegos, y sí, pero no era exactamente como la imaginaban. 


Al entrar al sótano había luces rojas tenues, telas como cortinas colgadas, un olor  delicioso, camas, sillones, floreros, cuadros, era una salsa de juegos, sí, pero para adultos. Pamela y Ana decidieron esperarse hasta el final y ver qué hacía la gente, Connie se perdió entre la multitud, cuando de pronto vieron como algunas parejas comenzaban a besarse entre ellas, y luego intercambiaban con otras parejas. Atónitas se miraron a los ojos queriendo darse aprobación, como diciendo “Lo que suceda aquí, se queda aquí”, ambas empezaron a caminar hacia una de las camas. 


Se sentaron en la orilla de una cama en la que estaban otras dos parejas, comenzó el juego: Pamela y Ana se estaban besando cuando de pronto una de las parejas comenzó a masajear la espalda de ambas para después comenzar a besarles la espalda, el cuello, la boca. Se dieron la mano, y con eso bastó para sentir la excitación una de la otra. De pronto la otra pareja decidió unirse, lo que empezó entre dos se había extendido a cuatro, y después a seis personas. Pamela veía a Ana, y Ana veía a Pamela, ambas húmedas, gimiendo, desnudándose para otras personas, entre otras personas, poco a poco. La atmósfera era de esas que propiciaba el descontrol, que todo suceda sin pensarlo demasiado. El resto de personas en el sótano gemían, gritaban, se tocaban entre todo mundo, se turnaban, era adictivo ver aquel espectáculo. De pronto Connie se apareció, - Sabía que les iba a gustar -, gritó desde el pie de la cama. Tanto Pamela como Ana se sonrojaron, Connie después se unió a la mini fiesta que tenían en aquella cama, las besó a ambas.


Cuando pensaron que no podía ponerse más ardiente todo, las acostaron a ambas de forma paralela, ambas empezaron a recibir sexo oral de otras dos personas mientras ellas se veían a los ojos y gritaban. Estaban nadando en placer, y aunque nunca hubieran imaginado que podían estar con otras personas, y ver cómo la otra estaba con otras, era algo que las volvió locas a ambas. Aquella noche tuvieron sexo sin parar, fueron de sillón en sillón, de cama en cama, de boca en boca, probando, mordiendo, besando, montando, gimiendo, dejándose tocar, llevar, besar, excitar, sin reglas ni reclamos, ellas se amaban, pero el placer en esa habitación era para fusionarlo con fuego y jugar. 


Pasada la media noche decidieron marcharse, se despidieron de las personas con las que habían estado, incluida Connie. 

- El sábado hay otra fiesta, ¿Reservo sus lugares?, preguntó.

- Pamela y Ana se miraron, - Sí, aquí te vemos -, respondió Ana. Connie las besó a ambas para después perderse entre la multitud. 


Pamela y Ana sabían una cosa: Si la vida te presenta la oportunidad de darle un giro realmente inesperado, debes hacerlo, debes tomar el riesgo, pero además, debes aceptarlo… El sexo no siempre es convencional, y cuando no es convencional, puede incluso ser hasta más rico. Ambas llegaron al hotel exhaustas, pero de repente al recordar aquel escenario en el que habían estado, no pudieron evitarlo y tuvieron sexo una vez más en su habitación, en aquella terraza perfecta con vista panorámica. Cuando terminaron se fueron a dormir, en espera de otra noche en donde los límites no existieran, y sólo hubiera un montón de deseo y complicidad.

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