Relatos eróticos

12 Escape.

Sinopsis: En un escape de la cotidianidad, Adriana descubre una realidad de ella misma que decide explorar. 

 

El trabajo, las obligaciones de adulta, los conflictos familiares, todo se había acumulado para Adriana, una mujer de 32 años que trabajaba como ingeniera industrial en la ciudad. A veces sentía que su vida se le iba entre subir y bajar escaleras; programar y apagar alarmas; tazas de café; responder a mensajes con título de “urgente”; cocinar y mantener la cocina limpia. No necesitaba mucho, sólo a veces recordar quién era, hacia dónde iba, no escuchando audiolibros de autoayuda, sino encontrando valor en las pequeñas cosas cotidianas. 

Su mejor amiga, Ali, se había percatado de aquello, de cómo Adriana respondía que estaba bien, pero a la vez una lágrima se asomaba por el rabillo de su ojo cuando bajaba la mirada; por eso decidió organizar un viaje, una escapada de mejores amigas a un pueblo entre árboles, lagos, ríos y osos. 

Cuando llegaron se acomodaron en su habitación, era hermosa: Tenía paredes de ladrillo, olor a leña, luces tenues, una terraza que además de un jacuzzi, tenía vista al bosque, algo espectacular. Ambas eran solteras, no tenían ningún compromiso, disponían de todo su capital para ellas mismas, es decir, tenían lo que muchas personas anhelan: Una amistad formidable con la cual viajar sin chistar porque ambas tienen el dinero suficiente, además de un trabajo increíble, pero, la comida siempre sabe mejor cuando antes de comértela, le echas algo picante. 

Aquella noche decidieron asistir a un evento comunitario del hotel, había un grupo de jazz, aperitivos, cocktails, una noche ideal. Se sentaron en una mesa debajo de la luz que apenas y alcanzaba a iluminar la mesa, era un ambiente elegante y romántico. De pronto, la mesera se acercó a su mesa, Ileana, se llamaba; Adriana no sabía muy bien porqué, pero la ponía nerviosa, sí, era un poco evidente que Ileana coqueteaba, que quería acercarse más. Para no alargar más esta historia, después de 10 shots de tequila, la banda de jazz se había ido y era hora de karaoke y baile, Ali y Adriana eran la sensación, era como si su versión de 20 años hubiera revivido para recordarles que aún tenían tiempo, que la diversión no había acabado, que todo era mejor cuando soltabas las expectativas de la vida adulta para construir un camino propio. La gente les aplaudía y pedía bailar con ellas. Cuando Ileana terminó su turno, decidió unirse a la fiesta.

Mientras bailaban, Adriana sintió como Ileana tocaba su cadera, como su sonrisa ocultaba perfectamente sus ganas de devorarla. Adriana sudaba de nervios, nunca se había colocado etiquetas, pero tampoco había probado el estar con una mujer, es más… Era la primera vez que sentía atracción hacia una. Ali terminó bailando con un señor, por lo que Ileana aprovechó para poder tomar de la mano a Adriana y sacarla a uno de los jardines. 

Estando allí ambas apreciaron el cielo estrellado, el cual se veía claro y sorprendente. Hablaron sobre las cosas que querían hacer antes de que las necesidades las llevaran a dedicarse a profesiones completamente diferentes; fue como si hicieran un clic instantáneo, no había espacio para juzgarse la una a la otra, lo cual volvió la atracción más evidente que nunca, arrastrándolas a lo inevitable: Un beso suave, con sabor a tequila y limón. Acariciaron sus caras, sonrieron, se levantaron del pasto y corrieron a unos arbustos en donde la luz no llegaba y ninguna figura se distinguía. Se comenzaron a tocar los pechos, las nalgas, Ileana puso de espaldas a Adriana, acarició su abdomen y después colocó su mano debajo del pantalón, encontrándose con su vulva. Adriana jamás había sentido algo similar, nunca había sentido manos más ágiles que las de Ileana. Tantos hombres y ni uno había podido dar con el punto exacto, el punto de ebullición. Entre jadeos y caricias, Ileana decidió ponerse de rodillas para poder chupar la vulva de Adriana. 

¡Qué rico es no negarse nada, dejarse llevar y sentir! Ileana jugaba con su lengua, sus labios, alternaba la presión, el ritmo, los movimientos. No importaba si había alguien de seguridad, si había gente caminando cerca, si alguien entre la oscuridad había decidido contemplar a lo lejos como se tocaban entre ellas. Adriana no sabía mucho, sabía de tocarse a ella misma, más no a otra mujer, pero decidió intentarlo igual. Levantó a Ileana, la comenzó a besar, y en esta ocasión ella comenzó a jugar con el clítoris de Ileana. Para ser alguien sin experiencia previa, lo hacía muy bien. 

¡No pares Adriana! ¡Estás deliciosa! ¡Me encanta el sabor de tu vulva! gritaba Ileana, provocando que Adriana quisiera ir más rápido. Y así fue. De pronto escucharon unas voces un tanto cerca, por lo que Adriana quiso ir más rápido mientras veía los senos de Ileana, “Qué vista tan gloriosa”, pensó. Ileana mojó la mano de Adriana, gimió tan fuerte que era posible que aquellas personas escucharan. Ambas se levantaron los pantalones rápido, abrocharon sus blusas, y salieron corriendo en la dirección contraria. Una vez que llegaron a una banca, se sentaron. 

- Nunca había estado con otra mujer, exclamó Adriana.

- Yo soy lesbiana, apuntó Ileana.

- ¿Seré lesbiana?, preguntó Adriana.

- No siempre tienes que ponerte etiquetas, ¿sabes? La sexualidad es un espectro, y me alegra ser la primera. Lo hiciste increíble.

- No quiero que sea la primera y la última vez que te toco, confesó Adriana. 


Se besaron apasionadamente, al borde de coger en la banca, Ileana se sentó encima de Adriana, moviendo las caderas, gimiendo y dejando caer su respiración en sus hombros. Adriana pellizcó sus nalgas como quien exprime una naranja, le excitaba lo rico que se sentían. No había más tiempo, Ali estaba llamando al teléfono de Adriana, quería saber en dónde estaba, así que se levantaron y corrieron al evento del hotel. Ali sabía lo que había pasado de sólo ver a su amiga despedirse de la mesera atractiva que apenas hacía una hora les había dado un shot. 

- ¿Tuvieron sexo? ¿te cogiste a la mesera? ¡Quiero saber!

- Sí, tuvimos sexo, fue delicioso, no sé cómo fue pero, creo que lo he disfrutado más que cualquier encuentro con un hombre.

- Wow, ¿y te dio su número?

Adriana sacó su teléfono y le mostró el contacto de Ileana guardado. Sonrió. Sí, había viajado kilómetros para recordar quién era, pero apenas empezaba a descubrir quién era en realidad… Una mujer que quería seguir besando a otra mujer, que había disfrutado de su sabor, sus movimientos, su piel tersa, su olor. Había descubierto algo: Que nunca es demasiado tarde como para probar lo que la vida nos ofrece.

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