Sinopsis: Brenda y Ara eran mejores amigas, hasta que descubrieron que el amor es una amistad en llamas.
No quería sentirme culpable por lo que pasaba por mi mente, sabía que no era la única que sentía aquella conexión eléctrica por todo el cuerpo, sabía que ella pensaba en mí más de lo conveniente, que mi nombre se le había escapado de la boca mientras otras manos la tocaban. No querer admitirlo por miedo, pero tener que hacerlo para que por fin, nuestros cuerpos se encontraran sin culpa, era lo que estaba sucediendo ante mis ojos, y yo no podía creerlo.
Ara era una de mis mejores amigas, nos conocimos en la universidad en una clase de teatro, y eventualmente nos hicimos inseparables, al punto de vivir juntas con otras dos amigas en una casa. Conocíamos todo de la otra, sabíamos nuestros secretos más íntimos, compartíamos literalmente todo. Estaba segura de que estábamos secretamente enamoradas, pero nos daba miedo tomar algún riesgo y perder la amistad. Hasta que supongo yo, no quedó de otra, solo enfrentar la realidad… Sí, nos queríamos demasiado, pero también existía un deseo que se escondía detrás de las puertas de nuestras habitaciones, en la noche, cuando ninguna teníamos que vernos y morir de los nervios.
Un día decidí comenzar a experimentar más con mi sexualidad, quería probar cosas nuevas, por lo que me pedí un vibrador que había visto, era uno discreto que también tenía control remoto.
- ¿Qué te llegó?, me preguntó Ara.
- Es un juguetito, respondí.
- ¿Lo vas a estrenar?, Ara lo tomó en sus manos para verlo de cerca, y al verla pensé en ella usándolo, de repente sacudí un poco la cabeza, aunque ya la había imaginado miles de veces, me sentía mal por hacerlo enfrente de ella.
- Probablemente, dije.
- Me avisas qué tal está, guiñó un ojo y apretó ligeramente sus labios. No sabía si eso era un mensaje subliminal, pero notaba algo diferente en ella, como si de repente el miedo hubiera quedado enterrado, y nuestras ganas hubieran salido disparadas por toda la casa.
A la semana siguiente yo tenía que presentar una propuesta en una junta remota, estaba nerviosa, y Ara no ayudaba mucho. ¿Te ha pasado que existe una persona en la que piensas y sientes como tu corazón comienza a acelerarse? Ella lo había logrado en un par de días, las cosas se habían tornado más obvias que nunca. Una noche estábamos viendo una película, estábamos las 4 compañeras de piso en la sala, Ara y yo estábamos bajo la misma cobija cuando una escena de miedo nos hizo saltar del sillón, lo que me hizo terminar recargada en su hombro, y que ella me diera un beso en la cabeza, mientras su mano acariciaba mi pierna; ahí venía, la sensación de sentir el corazón en la garganta, de querer decirle que me encanta, que me la había pasado enamorada de ella 5 años, pero lo único que pude hacer, fue tomarle la mano, nos quedamos ahí, heladas, pero a la vez, sintiendo todo el calor de la otra.
Aquella semana pasaron cosas así, extrañas, fuera de la rutina, fuera de la dinámica que habíamos llevado por años. El día de mi presentación no sería la excepción, sería en todo caso, lo que haría estallar mi deseo y que se desbordara como lava. Estaba alistándome cuando la vi pasearse en ropa interior por la cocina, nunca lo hacía, sin embargo, había decidido hacerlo el día que tenía una junta en la sala. Sin poder ignorar sus pezones ligeramente encendidos, visibles a través del encaje blanco, tragué saliva, tomé aire y traté de repasar en mi mente todo lo que había que decir. Todo estaba listo, la junta comenzó, y por supuesto, yo debía tener la cámara y micrófono encendidos.
Hablé durante 15 minutos, los directivos tenían que darme su retroalimentación, yo tomar nota, y cambiar mi propuesta de acuerdo a lo que me dijeran. De pronto Ara apareció con mi juguete nuevo en la mano. Caminó hacia mí lentamente, hasta sentarse en el sillón de enfrente; comenzó a pasear sus dedos por su cuello, por sus pechos, su abdomen, sus piernas. Traté de mantener un semblante tranquilo ante la cámara, y que nadie notara que mi cabeza podía volar en mil pedazos. Encendió el juguete, comenzó a pasearlo por su cuerpo, hasta llegar a su vulva. Para este punto no podía ni siquiera prestar atención a lo que decían en mi junta, detrás de la pantalla de mi computadora sucedía lo que había imaginado miles de veces, y no podía hacer nada, solo tratar de no enloquecer.
Comenzó a gemir, apagué el micrófono, comencé a humedecerme, sentí como mi vulva palpitaba, y el sudor comenzaba a brotar. De pronto ella se acercó sin decir nada, “si tan solo los directivos pudieran ver lo que está sucediendo”, pensé. Volvió al sillón, abrió sus piernas, vi su vulva húmeda, ella comenzó a tocarse sin vergüenza ni miedo, se mordía los dedos, y ella misma lamía sus senos. No sé qué cara habré puesto que, los directivos me preguntaron si me sentía mal, y tuve que responder que sí, que me había comenzado a doler el estómago, y como quedaba poco tiempo para dar cierre a la junta, me dijeron que no me preocupara.
Cerré la computadora y sin darle más vueltas, me lancé al sillón, comencé a besarla como había deseado tanto tiempo, toqué su cuerpo con el que había soñado tantas veces, sentí su aliento, escuché sus gemidos en mi oído, la escuché gritar mi nombre, pude probar su sabor, que se derritiera en mi boca. Ese ha sido, sin duda, el mejor orgasmo que he tenido. Ella y yo éramos todo lo que se necesitaba para que el placer dejara de ser un cuento y fuera una realidad.
Cuando terminamos no pudimos evitar confesarlo todo… Nos gustamos, nos derretimos la una por la otra, ¿qué más había que esperar? Si vida solo hay una, sabía que quería seguir explorándola, y que el mundo dejara de existir entre aquellas 4 paredes, porque la llave al placer de la otra, la teníamos sólo nosotras, y que como cohetes, nos hacíamos volar entre estrellas cuando nuestros cuerpos se encontraban.