Relatos eróticos

25 Despedida.

Sinopsis: Lisa va a mudarse al norte del país, por lo que sus compañeras deciden hacerle una despedida. Su jefe, Luis, le da un regalo de despedida.

 

 

Había llegado el día soñado: Dejar su trabajo y poder irse a vivir a otra parte del país para dedicarse a algo que ama. Fue un excelente día para Lisa sin duda alguna. Pero cuando el despertador sonó nunca hubiera podido adivinar lo que la vida le había preparado. 

A veces los sueños se hacen realidad e incluso la realidad puede superar a los sueños, se pone mil veces mejor. Lisa había trabajado 5 años en una empresa que la amaba pero que ella no amaba; había ascendido pero no desarrollaba las áreas que le interesaban; tenía un jefe guapo y extraordinario pero jamás podría suceder nada. Era momento de cerrar un ciclo y para despedirla, sus compañeros habían organizado una despedida especial. 

Al llegar, la sorprendieron con confeti, globos, pastel, bebidas y claro, su música favorita. Lo más bonito de su trabajo eran sus compañeras, su compañía era una fiesta. Estaban bailando y disfrutando, cantando y gritando, tal y como cuando tenían 13 años cuando de pronto, su jefe, se acercó para poder unirse a la diversión. Luis era un jefe increíble, inteligente, líder, divertido, ocurrente, el crush de toda la oficina sin importar el género de quien lo volteara a ver. Su sonrisa es magnética y su cuerpo moviéndose era la atracción principal de la fiesta. Lisa no dejaba de ver como su pantalón dibujaba de manera perfecta la silueta de sus piernas. 

En algún momento Lisa y Luis, su jefe, se quedaron a solas en un balcón, conversando, contándose chistes, cuando de pronto él le lanzó una mirada que se sentía como si un láser la atravesara.

- Tengo que confesarte algo, desde hace un tiempo me gustas mucho -, dijo él

- ¿En serio? No te creo -, respondió Lisa entre risas.

- En serio. 

No podía pasar más tiempo, había que aprovechar la oportunidad y él lo sabía; la besó antes de que se fuera y la curiosidad lo congelara sin probar sus labios, los cuales había imaginado tantas veces rozando con los suyos. Ambos sabían lo que querían y que el momento había que crearlo cuanto antes y crear un recuerdo digno de aparecer cuando quisieran masturbarse tiempo adelante. 

La fiesta había sido organizada en la terraza de sus oficinas, así que decidieron correr a la sala de juntas que tenía vidrios blindados para que nada se escuchara. Luis comenzó a besarle la espalda, a saborear su olor mientras que sus manos recorrían distintos rincones: Del cuello a los hombros, a la espalda, a su vulva, a sus piernas. Después la cargó de la cintura y la sentó sobre la mesa gigante, ella lo abrazaba con las piernas, pero él no quería perder más tiempo, así que le quitó la ropa y empezó a chupar su vulva, su sabor era dulce, delicioso, mucho mejor de lo que se hubiera podido imaginar. Además, sus medias con encaje se veían sexys. Luis era experto en sexo oral, sabía cuándo y cómo mover la lengua, los labios, los dedos, hacía de algo tan complicado, sentirse fácil y rico. 

Lisa cerró los ojos y recordó una ocasión en la que estaban en junta ahí mismo y ella había pensando justamente en coger con Luis en una de las sillas en donde los directivos iban a sentarse a escucharlos hablar por horas. Su excitación se elevó al cielo, ahora su encuentro no era una simple fantasía, su jefe se la estaba cogiendo y ella se cogería al jefe que todo mundo quería tener a solas. 

Luis finalmente la penetró y comenzó a moverse detrás de los cristales que no ocultaban nada a nadie, que dejarían expuesta la escena de sexo sucio y caliente entre ellos dos. Si alguien viera la cámara de seguridad podría ser testigo de tal encuentro, pero todo mundo estaba ocupado festejando y embriagándose mientras que Lisa veía la cara de placer de Luis y escuchaba su nombre salir de su boca. Ella estaba acostada, encorvada, desnuda sobre la mesa, como una cena deliciosa, un manjar. 

Después Luis la puso en cuatro pegada a una de las paredes de cristal, las tetas de Lisa colgaban y eso a él le encantaba, había imaginado en hacerla suya y que la oficina entera viera lo rica que estaba  y ella pensaba en que quería que vieran lo rico que coge él. El choque de sus testículos con las nalgas de Lisa era cada vez más fuerte y duro. No mostraban timidez en el ruido ni escatimaban en gritarse cosas sucias, muy sucias, demasiado sucias.

- "Ay, Luis me encanta que me tengas aquí de tu perrita", por ejemplo.

- "No puedo creer que te esté cogiendo, estás riquísima". 

Para cerrar con broche de oro él la cargó y su pene llegó a lo más profundo, ella rebotaba, se besaban apasionadamente, mordiéndose los labios, dejando sus respiraciones en sus cuellos y en sus hombros. Lisa explotaba de placer con un orgasmo majestuoso y prolongado, pero no quería irse sin probar su pene, por lo que antes de que él terminara también, decidió ponerse de rodillas mientras él sentado en una silla disfrutaba de ver los ojos de Lisa mirarlo de manera pervertida, como diciéndole “Voy a hacerte terminar”, y así fue, él estalló de placer y ella dejó que su semen corriera por su abdomen. Se besaron un poco más, pero era hora de regresar a la fiesta antes de que alguien sospechara algo. 

Lisa volvió a su casa haciendo recuento de lo sucedido… Qué rico eso de no haberse quedado con las ganas, estar en ese juego de poder, tensión, pero dejar lo mejor para el final sin descuidar el trabajo ni lo profesional. Se había cogido a su jefe sin remordimiento ni culpa, solo con una particular calentura, esa que surge cuando sabes que no solo es algo prohibido con alguien prohibido, sino que en donde empieza la aventura es el mismo punto en donde termina y qué rico habían terminado ambos.

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