Relatos eróticos

18 El arte de dominar y ser dominada.

Sinopsis: Alina y Rodrigo tienen el mejor sexo, prueban de todo, pero hace falta que se aventuren en algo más: el mundo del BDSM.

 

Hay un dicho que dice que no podemos esperar resultados diferentes si siempre estamos haciendo lo mismo y, eso es algo que Alina llevaba pensando un tiempo. Ella estaba saliendo con Rodrigo, a quien había conocido por una de esas aplicaciones para citas; el sexo era bueno, no podía quejarse, era en todo caso algo novedoso. De pronto el tema brotó en una conversación… “¿Y si probáramos algo diferente para darle un toque diferente a nuestros encuentros de vez en cuando?”, le preguntó él de pronto. Ahondando en la conversación, ambos llegaron al acuerdo de darle la oportunidad al mundo del BDSM.

Alina decidió recurrir a una amiga de hacía ya unos años quien impartía talleres de erotismo y BDSM para principiantes. Un día se reunieron tanto ella como su pareja para tomar café con su amiga y platicar más a fondo y que le explicara todo con lujo de detalles. Primero, era algo que se tenía que dialogar con la pareja, segundo, tenían que ir de poco en poco, tercero, hacer todo con el consentimiento de la otra parte y cuarto, tener palabras clave para saber cuando iniciar, detenerse, bajar o aumentar la intensidad. Era todo un arte que tendrían que poner en práctica y que a ella le excitaba llegar a dominar.

Ella y Rodrigo decidieron ir a un motel para explorar libremente. Alina estaba tensa porque aunque le entusiasmaba la idea de que alguien la dominara y ella poder dominar a alguien, lo cierto es que era algo inexplorado y desconocido. Comenzaron a besarse como siempre, en el cuello, en la boca, desnudándose enfrente de un espejo gigante que colgaba de la pared. Él se paró detrás de ella para comenzar a besarle la espalda y susurrarle: “Ya quiero hacerte de todo y que me hagas de todo”, el clítoris de Alina palpitaba y su respiración comenzó a agitarse como anticipando lo que sucedería. Eso no fue todo, de pronto él comenzó a dibujar líneas continuas y sin rumbo aparente en su espalda, después los dirigió al abdomen deteniéndose en su vulva, “Llegó la hora de divertirnos”, exclamó él, después tomó a Alina de las manos y decidió esposarla. Alina respiró hondo, “Déjate llevar”, se dijo a si misma. 

Él inició paseando la pluma por su cuerpo, se detuvo en su vulva haciendo círculos. Alina siempre había sentido que no estaba lista para experimentar un orgasmo, mucho menos un squirt, pero sabía que ese era el momento ideal para hacerlo, tenía que renunciar al nerviosismo y dejarse llevar para alcanzar el punto máximo. Su cabeza aisló sus pensamientos, se concentró en los trazos de la pluma, la respuesta había sido una excitación sutil. Para seguir, su pareja decidió usar un azotador en sus nalgas, sus tetas, su vulva, le gustaba, le gustaba sentir que estaba ahí para darle placer a él, que él disfrutara de su cuerpo, de tener control, de darle lo que nadie más le había dado… Placer sin límites. 

- Quiero todo de ti, di mi nombre -, decía él mientras el azotador volvía a caer en sus nalgas.

- Rodrigo, me encanta el sexo contigo Rodrigo -, respondió ella.

- Repítelo.

- Me encanta tener sexo contigo Rodrigo -, repitió. 

Después de eso Rodrigo la acostó en la cama, comenzó a besar sus piernas, sus muslos, su vulva, su abdomen, sus senos, su cuello, toda la cara. Tomó a Alice, un vibrador de doble estimulación que prometía placer tanto en el clítoris como en la vagina. 

- No te muevas, déjate llevar -, le indicó Rodrigo. 

Rodrigo controlaba el juguete, podía ver cómo se introducía en la vagina de Alina, una vagina que le fascinaba en su totalidad y más cuando se mojaba por todo lo que él le hacía. No lo podía negar, era una sensación riquísima, imposible de describir, solo sabía que su clítoris parecía tener personalidad propia, una explosiva. Al cabo de unos minutos Rodrigo la levantó de la cama y la puso en cuatro recargada en una mesa, sacó un lubricante, lo puso en sus dedos y comenzó a masajear su clítoris; por un momento Alina sintió como sus piernas temblaban y parecía que quería hacer pipí. La sensación la asustó. Pero sabía que tenía que dejarse llevar y lo hizo. 

- ¡Dame más duro! -, le gritaba ella. 

No había forma en que él se detuviera, los gemidos de Alina habían alcanzado su punto máximo, cuando por fin llegó al orgasmo sintió un hormigueo en su cerebro, sus oídos se taparon y lo sintió, un líquido brotó como fuente sobre la mesa. Rodrigo gozaba de aquel espectáculo, así que tomó algo del líquido y lo llevó a su boca para probarlo, estaba deleitado. Había probado un poco de ella, de eso que habita sus entrañas.

Eran principiantes pero podían sentir en lo más profundo que querían seguir, que querían graduarse en nivel experto en aquello, la primera prueba les había guiñado el ojo, era probable que hubieran encontrado lo que estaban buscando… Someterse y ser sometidos; dominar y ser dominados; dejarse llevar y sentir con todos sus sentidos; dejar que nuevos estímulos conquistaran sus pieles; que en la inmovilidad existiera posibilidad de destapar algo nuevo; que en cada palabra encontraran formas nuevas de decir: “Te deseo, quiero hacer contigo de todo, llenarte de mí, que me llenes de ti, hacerte mío, hacerte mía, que me complazcas y yo complacerte”.

El juego había comenzado, apenas iban en el nivel uno y no podían esperar para averiguar lo que les esperaba en los siguientes.

Ver juguetes sexuales

Regresar al blog

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.